En este último mes he tenido
la oportunidad de participar en un laboratorio de experimentación teatral
llamado: “CONTAR CON EL OTRO” e impartido por el GRAN Adán Hernández, y
teniendo como compañeros a los grandes actores de la compañía Teatrejo (que
cada vez me sorprenden más, por cierto). En esta ocasión y por lo grande que me
parece el trabajo que estamos realizando en el laboratorio, un trabajo de curro
individual de tu cuerpo, de ti mismo, un trabajo en el que te ves solo, y en el
que estás en tierra de nadie, estas sin estar; pues curiosamente el otro día
salió una dinámica que explicaré tal y como el señor Adán, nos explicó a todos.
Supuestamente, allí con cerca de 15 personas de participantes del curso (que a
modo de apunte he de decir que es cada sábado, en sesiones de 4 horas), lo
único que debía de hacer el valiente que se atreviera a pasar este reto, era
coger una silla, ponerlo más o menos cerca de los demás, y básicamente, no
hacer NADA mientras todo el mundo te mira. ¿Qué? ¿Fácil? Pues he de decir que
no lo es para nada…ponte en situación: te levantes delante de gente que
bueno…medianamente conoces, y colocas la silla cerca de ellos, pero…¿Cómo haces
para no hacer nada? ¿Para que tu corazón no se acelere con velocidad al ver que
no paran de mirarte, de observar tus gestos? ¿Cómo te sentirías al ver que 30
ojos están fijándose en todo lo que haces? Ayer pasé yo por la silla. La verdad
no puedo negar que tenía pensada ya una especie de táctica para no caer en lo
de todo el mundo, y básicamente, puse un muro entre el público y yo mismo, pero
de eso no se trata este juego, no señor, se trata de que todas esas capas de ti
mismo, vayan cayendo poco a poco, y que, de una forma o de otra, te quedes
completamente desnudo en escena (psicológicamente). Dura. Muy dura,
principalmente porque no te das cuenta de lo que estás, hasta que no estás ahí,
y las palpitaciones de tu corazón comienzan a subir, y de repente te dan ganas
de reírte, pero supuestamente, no puedes hacer nada, pero tratas de controlar
la respiración, mueves las manos del nerviosismo. ¡TOTAL! Que acabas haciendo
lo contrario de lo que pide la dinámica: todos los gestos posibles. Y te da
mucho miedo. Enfrentarte a la silla es básicamente enfrentarte a tus miedos;
desnudarte ante todos los que te ven; romper con las cadenas que te mantienen
atadas a una bola de cristal que te aísla del mundo real. Muchas veces puede
usarse como terapia para superar defectos (o virtudes) que aún no aceptas de ti
mismo; sirve para limpiar tu personalidad, para aclararte a ti mismo y a los
demás, QUIÉN ERES REALMENTE. Curioso, muy curioso. Pero a la vez excitante. Es
bueno probarlo. Hay que ser un valiente para hacerlo.
‘LA SILLA’
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