Era una tarde lluviosa. Ella observaba desde el alféizar como ,poco a poco, las gotas chocaban contra el cristal.
Puso una mano en él. Sus guantes hasta el codo tapaban todo su brazo, además de un largo suéter que le cubría hasta el cuello. Una bufanda y un gorro que le cubría un cabello recogido.
Sus piernas estaban cubiertas por unos pantalones hasta los tobillos, y esos eran tapados a su vez por unos calcetines de algodón; metidos por debajo de los pantalones hasta las rodillas.
Su cara, blanca y sus ojos marrones, detrás de unas gafas no eran los suficientemente bonitos para la sociedad.
De repente un rayo de Sol se mezcló entre las nubes y poco a poco la lluvia paró. Sintió el calor en sus dedos. Sus guantes desaparecieron, dejando ver unos finos y largos dedos, con unas uñas perfectas en la terminación del brazo, que ya no estaba cubierto, sino por una pequeña manga a la altura de los hombros, sobre el cual caía un hermoso pelo rojizo y ondulado.
Se alejó de la ventana y se veía como sus piernas, largas y esbeltas, descubiertas hasta la altura de los muslos por un pantalón corto se desplazaban a coger unos zapatos. Las medias habían desaparecido y en sus pies se colocaban unas pequeñas sandalias.
Puso una mano en él. Sus guantes hasta el codo tapaban todo su brazo, además de un largo suéter que le cubría hasta el cuello. Una bufanda y un gorro que le cubría un cabello recogido.
Sus piernas estaban cubiertas por unos pantalones hasta los tobillos, y esos eran tapados a su vez por unos calcetines de algodón; metidos por debajo de los pantalones hasta las rodillas.
Su cara, blanca y sus ojos marrones, detrás de unas gafas no eran los suficientemente bonitos para la sociedad.
De repente un rayo de Sol se mezcló entre las nubes y poco a poco la lluvia paró. Sintió el calor en sus dedos. Sus guantes desaparecieron, dejando ver unos finos y largos dedos, con unas uñas perfectas en la terminación del brazo, que ya no estaba cubierto, sino por una pequeña manga a la altura de los hombros, sobre el cual caía un hermoso pelo rojizo y ondulado.
Se alejó de la ventana y se veía como sus piernas, largas y esbeltas, descubiertas hasta la altura de los muslos por un pantalón corto se desplazaban a coger unos zapatos. Las medias habían desaparecido y en sus pies se colocaban unas pequeñas sandalias.
Abrió la puerta, el aire pasó a través de ella y sintió que alguien le susurraba. La voz le resultaba familiar, pero no la había oido nunca.
- Te quiero. - le dijo.Era ella misma, su alma, su cuerpo. Era perfecta.
ESCRITO POR: Angélica Domínguez. Gracias por tu colaboración en el blog
0 Comentarios:
Publicar un comentario